REFLEXIONES PERSONALES EN LA DESCOLONIZACIÓN DE LA COOPERACIÓN

Celia Gueto, Programme Manager Educación, Desarrollo Global

Está claro que por fin – al menos a nivel teórico – se está hablando de la necesidad de descolonizar y transformar la cooperación internacional. Por fin, se está yendo a la raíz del problema, un sector que desde su creación ha sentado sus bases en unos ideales coloniales, racistas e incluso esperpénticos, como bien expone Maria Chalaux en su artículo ‘descolonización y transformación de la cooperación internacional’ un ‘must-read’ no solo para los trabajadores del sector, sino para cualquiera que esté listo para ver el mundo tal y como es: un legado de relaciones de poder donde una minoría hegemónica ha prosperado a expensas de una mayoría indefensa en la protección de sus derechos.

Además, cada vez más movimientos, plataformas y campañas se suman a este cambio. Una de las entidades líderes en este movimiento, The Development Hub, organizó un programa de inmersión gratuito sobre ‘Habilidades para Descolonizar el Desarrollo y la Acción Humanitaria’, en el que tuve el placer de participar. Una de las primeras preguntas a la que fuimos enfrentados los participantes del curso fue: ¿cuál consideramos la prioridad número uno para descolonizar el desarrollo? Nos dieron las siguientes opciones

  • Transformación personal.
  • Transformación organizacional: abarca desde las normativas de recursos humanos, la composición de la junta directiva, la estrategia de comunicación, la estrategia de financiamiento y la estrategia de asociaciones y contratos.
  • Trabajar con otros: la implementación de estrategias de desarrollo, gestión y diseño de proyectos y programas, así como la rendición de cuentas ascendente y descendente.

No cabe ninguna duda de que estamos otra vez ante 3 elementos primordiales y necesarios para poder llevar al cabo la transformación del sector. He de admitir que la pregunta me recordó a un debate que me planteo de forma recurrente, que avanza más rápido la mentalidad de la gente o las políticas? Lo mismo se aplica a las organizaciones. ¿Necesitamos personas que hayan experimentado una transformación personal y una revisión de sus privilegios y poderes inherentes como primer paso para descolonizar las prácticas de una organización en el sector de la cooperación? O, por otro lado, ¿debería ser la organización la que inicie este proceso transformador que arrastre una transformación personal (o no) de sus empleados? No lo sé, es un poco cómo el famoso, ¿qué fue primero el huevo o la gallina?

Antes, siempre me incliné hacia las políticas como motor de cambio, argumentando que son necesarias políticas radicales como cimiento para generar transformaciones significativas en la sociedad y, por ende, en la mentalidad colectiva. Nunca fui fan de las victimizaciones individuales ni me tragué los discursos de ‘héroes en solitario’. Pero, al mirarlo con calma, creo que esa actitud venía más de mi frustración con el sistema que de convicciones sólidas. Cómo no estarlo, con partidos políticos que no me representaban, con salarios precarios (o inexistentes), con alquileres por las nubes; en resumen, con una situación generalizada de parálisis e impotencia. Afortunadamente, eso ha ido cambiando, más gracias a mis privilegios que a mis méritos.  Este privilegio me ha brindado la oportunidad de reflexionar sobre la responsabilidad individual en esta crítica al sistema (que, dejando claro, sigo manteniendo en gran parte; una buena sacudida estructural no nos vendría nada mal).

Toda esta contextualización nos lleva de vuelta a la encrucijada planteada por The Development Hub. Creo verdaderamente que, cuando hablamos de descolonizar el sector del desarrollo, la transformación personal es esencial, ya sea antes, durante o después de la transformación organizacional.

En mi caso, he tenido la suerte de unirme al viaje de (auto)reflexión y análisis del sistema en el que se ha embarcado Nous Cims. Su camino hacia una cooperación más justa me ha brindado la oportunidad y el espacio para reflexionar a nivel personal sobre cómo este proceso me afecta y qué aprendizajes me aporta. Al final, la transformación personal puede adoptar diversas formas, desde cuestionarnos si realmente practicamos lo que predicamos en nuestro trabajo, hasta reflexiones más profundas sobre nuestro papel en un sistema (in)eficiente e (in)justo.

Algunos de los aprendizajes o transformaciones que me gustaría compartir son los siguientes:

  • No me considero experta en desarrollo, ni en nada. El plot twist, vaya, es que los verdaderos expertos están entre las personas con las que trabajamos, los beneficiarios. Esta reflexión no es una declaración ingenua, sino una introspección honesta sobre el síndrome del impostor que a menudo aflige, bien merecidamente, a quienes trabajamos en el ámbito del desarrollo. ¿Es que, qué es un experto en desarrollo, alguien qué sabe de todo? Recuerdo un viejo artículo de Enrique Mendizabal de OTT que señalaba con precisión que muchos de los llamados ‘expertos en desarrollo’ no serían considerados confiables para formular políticas en sus propios países (jarro de agua fría), pero aun así tienen la libertad de diseñar marcos lógicos que afectan las vidas de millones en todo el mundo. Además, la inercia del sector de la cooperación tiende a ignorar la voz y el voto de las personas a las que supuestamente sirve. Se habla de las comunidades como si fueran entidades homogéneas, cuando en realidad son sumamente diversas y están habitadas por los verdaderos expertos locales. Esta inercia es como distorsionar el slogan ‘Think Global, act Local’ e interpretarlo al revés, actuando a nivel global y pensando localmente desde una oficina en Occidente.
  • Confía en el proceso: cuando me di cuenta del ambicioso cambio de paradigma que Nous Cims proponía con su metodología de Zonas Modelo, una fusión entre localización y enfoque bottom-up, me emocionó la idea. Por fin, el poder de decisión estaría en manos de quienes correspondía. Sin embargo, pensé que su materialización sería increíblemente complicada. Yo tendía a pensar que este tipo de enfoques, de abajo arriba colectivos y localizados, llevarían a desarrollar lo que se llama en IT un MVP – no el mejor jugador del equipo – sino el Mínimo Producto Viable, o el mínimo común denominador para los que somos menos técnicos. Pues estaba totalmente equivocada. Más bien, lo que veníamos haciendo en el sector del desarrollo era un MVP, un mínimo común denominador, porque, sin tener en cuenta a los verdaderos expertos (volviendo al punto anterior), ¿cómo íbamos a alcanzar resultados óptimos?
  • Los problemas son universales: Sí, las madres senegalesas también están preocupadas por el exceso de pantalla de sus hijos, y les preocupa que sus hijas quieran convertirse en ‘influencers’. A veces olvidamos en el ámbito de la cooperación el impacto contundente de la globalización y la integración económica que ha traído consigo, aunque lamentablemente no se ha traducido en una distribución justa. Sin embargo, cada vez compartimos más preocupaciones y afinidades, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Esta realidad debería hacernos reflexionar sobre una cooperación basada erróneamente en conceptos de dualidad. Recientemente, una pedagoga catalana me comentaba que, en sus esfuerzos por desarrollar proyectos de educación para la ciudadanía global, lo único que le venía a la mente era Paulo Freire. Sin duda, la pedagogía del oprimido de Freire sigue siendo relevante en la actualidad, pero ¿realmente los educadores, pedagogos y académicos latinoamericanos no han progresado desde entonces? Sí, han avanzado mucho, pero parece que en Occidente seguimos teniendo el control del micrófono, sin prestar atención a lo que sucede más allá de nuestras fronteras y fortalezas, hablamos y hablamos y no escuchamos. La cooperación debería haber fomentado un intercambio en lugar de mantener un sistema artificial entre unos y otros.
  • No debemos reinventarnos para sobrevivir, sino para que un día no se necesite este sector. Deberíamos trabajar para fomentar una colaboración y un apoyo directo, desde ciudadanos hasta gobiernos. El mundo está cada vez más interconectado, y deberíamos avanzar hacia un futuro en el que un médico, un profesor, un urbanista de Senegal, de Colombia, tenga un canal directo para compartir buenas prácticas, evidencias y experiencias con sus homólogos en Europa (por poner un ejemplo). No creo que se necesite un intermediario experto en interpretar y adaptar la sabiduría en términos de educación, salud… Quién mejor que este médico, profesora o urbanista para realizar esta tarea.

Ah, y este cambio de paradigma no es ninguna genialidad del norte global. Desde el Sur, se ha venido denunciando durante décadas la injusticia inherente a los sistemas de cooperación y desarrollo, así como la herencia de estas dinámicas arraigadas en las relaciones coloniales y neocoloniales. La teoría de la Modernización, ampliamente utilizada en el sector de la cooperación para explicar la pobreza como resultado de la falta de desarrollo interno y modernización, fue desafiada desde el Sur Global por la Teoría de la Dependencia. Esta última resalta las históricas relaciones de explotación y aboga por estrategias localizadas que promuevan una independencia real y faciliten el desarrollo de relaciones más equitativas entre el Norte y el Sur. Por lo tanto, no deberíamos atribuirnos el mérito ni la originalidad de haber reconocido finalmente las injusticias en nuestro campo. No hagamos de esto nuevamente un tema sobre nosotros y nuestras cualidades.

Concluyo reafirmando que la transformación organizacional nos insta como individuos a cuestionar nuestros privilegios, prejuicios y concepciones preestablecidas. Ojalá llegue el día en que nuestro sector no sea necesario y como somos expertos en todo, seguro que no nos falta trabajo…