BARRERAS INVISIBLES EN EL ACCESO A LA EDUCACIÓN

Ana Caruezo Carnero, comunicadora científica y social.

La educación es una palanca de cambio. Una palanca que debería tener todo el mundo, pero, a veces, nos encontramos con barreras invisibles: obstáculos sociales, económicos o culturales que, aunque tal vez no los veas, tienen un peso enorme en las oportunidades de miles de jóvenes. 

¿Qué son exactamente las barreras invisibles? 

No hablamos de muros físicos, sino de ideas, prejuicios o sistemas que damos por sentados y que, sin querer, dejan a muchas personas atrás. Son esas pequeñas cosas que, sumadas, crean una montaña difícil de escalar para quienes buscan formarse y construir su futuro.  

Piensa en ellas como corrientes submarinas. En la superficie, el mar puede parecer tranquilo, pero por debajo, te arrastran sin que te des cuenta. Estas barreras funcionan igual, están tan integradas en nuestro día a día que a menudo ni las personas que las sufren ni las que las generan son conscientes de ellas. 

Pueden tener muchas formas: 

  • Sociales y culturales: Expectativas sobre lo que «deberías» estudiar según tu género o tu origen. O la falta de referentes en ciertas profesiones que te hagan pensar: «eso no es para gente como yo». 
  • Económicas: No se trata solo de no poder pagar una matrícula. Es no tener dinero para el transporte, para los libros o tener que dejar de estudiar para trabajar y ayudar en casa. 
  • Actitudinales: Prejuicios de docentes o compañeros que pueden asumir que un estudiante no será capaz de llegar lejos. Es el famoso «efecto Pigmalión» en negativo: si esperan poco de ti, es posible que acabes rindiendo menos. 
  • Institucionales: Horarios de clase que no son compatibles con un trabajo, trámites burocráticos complicados y sin acompañamiento o la falta de apoyo para estudiantes con necesidades específicas. 

El impacto real de lo que no se ve 

Imagina a una joven apasionada por la tecnología que nunca se plantea estudiar una ingeniería porque en su entorno «eso es cosa de chicos». O a un estudiante que no puede permitirse ir a la universidad porque vive en una zona rural mal comunicada y el coste del transporte es demasiado alto.  

Estas barreras no son abstractas, tienen consecuencias muy concretas en la vida de los y las jóvenes. Limitan sus sueños, condicionan sus elecciones y, en el peor de los casos, les obligan a abandonar sus estudios. 

¿Cómo podemos librarnos de estas barreras? 

Poder acabar con estas barreras requiere de un esfuerzo colectivo y una mirada atenta: 

Flexibilizar y adaptar los sistemas educativos 

La vida no es un camino recto, y la educación tampoco debería serlo. Necesitamos sistemas más flexibles que se adapten a las realidades de cada persona. Esto puede significar: 

  • Ofrecer becas que cubran no solo la matrícula, sino también el transporte, el material o el alojamiento. 
  • Diseñar horarios compatibles con la vida laboral. 
  • Simplificar los trámites administrativos y ofrecer acompañamiento para realizarlos. 

 Formar y sensibilizar al personal educativo  

Los y las docentes son una pieza central del sistema. Darles acceso a formación en orientación académica personalizada les permite aplicar esta mirada durante toda la etapa educativa, acompañando a sus estudiantes a conectar intereses y motivaciones con su futuro laboral. 

Un profesorado consciente, con herramientas para detectar prejuicios (muchas veces inconscientes), puede identificar estas barreras y convertirse en un auténtico agente de cambio desde el aula. 

Fomentar la diversidad de referentes 

Es fundamental que los y las jóvenes vean que cualquier camino es posible, sin importar quiénes sean. Visibilizar a profesionales de orígenes diversos en todos los campos inspira y rompe estereotipos. Se trata de ampliar la mirada y mostrar que el talento no tiene etiquetas. 

Crear redes de apoyo y mentoría 

A veces, lo que más necesita una persona joven es alguien que crea en ella. Las figuras de referencia pueden ser un factor crucial en sus vidas. Así que es clave generar espacios donde estos vínculos puedan nacer y crecer. 

Un camino que construimos conjuntamente 

Superar las barreras invisibles es un reto que nos implica tanto a instituciones, empresas y entidades sociales como a la ciudadanía. Se trata de escuchar más, de juzgar menos y de preguntarnos qué podemos hacer para que el camino de los demás sea un poco más fácil. 

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